Detrás de las estrellas by Charles L. Fontenay

Detrás de las estrellas by Charles L. Fontenay

autor:Charles L. Fontenay [Fontenay, Charles L.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1958-09-15T00:00:00+00:00


XII

Lentamente, Chaan fue perdiendo su júbilo original. Todavía no había salido del laberinto.

El doble de sí mismo había sido una alucinación. No le cabía duda alguna sobre eso. Había parecido algo muy real, pero existía dentro de él la convicción, en la que confiaba implícitamente, de que el doble no había sido ningún otro cuyo rostro le pareciera a Chaan ser el suyo sólo a causa de la sugestión hipnótica. Chaan estaba seguro de que su imbuida determinación de no revelar el secreto de la impulsión estelar a nadie le habría impedido hablar a pesar de semejante mascarada.

El doble le había parecido bastante real, demasiado real para ser recusado. Pero, ahora que se veía libre del estupor hipnótico, una idea así resultaba claramente imposible, por lo que tenía que tratarse de una alucinación.

La dificultad de todo aquello consistía en que, aunque había aliviado la presión ejercida en su propia mente y en sus emociones mediante el susurro que había hecho del secreto de la impulsión estelar, Ramitz y Marl estarían tan ansiosos Como siempre de extraérselo. Por tanto, aunque ahora estaba libre de la hipnosis, el primer movimiento de Ramitz sería intentar reinstaurar en él el estado hipnótico.

Si Chaan hubiese estado en condiciones óptimas, sabía que podría resistir tales esfuerzos. Había aceptado antes voluntariamente (y ahora se daba cuenta de lo loco que había sido) el efecto de la trampa hipnótica. Si no hubiese obrado así, podría haber desafiado todos los esfuerzos que se hicieran por lograr cualquier clase de control de su mente.

Pero estaba debilitado por su larga batalla con Ramitz, el hecho mismo de haber estado sujeto a la hipnosis debilitaba cualquier resistencia que quisiera hacer para ulteriores intentos de hipnotizarlo.

Chaan no estaba ya seguro de hasta qué punto podría aguantar un esfuerzo concreto. Sólo quedaba por hacer una cosa.

Durmió lo mejor que pudo, más pacíficamente de como lo había hecho desde hacía más de una semana, pero se despertó inmediatamente, al amanecer, cuando se abrió la puerta. A través de los párpados entornados, vio como Ramitz entraba en la habitación y se colocaba al lado de su cama.

Entonces Chaan saltó.

Sus manos se aferraron a la garganta del sorprendido sicologista, y tumbó al suelo a Ramitz con el peso de su furioso asalto.

La lucha fue breve. Chaan estaba demasiada débil. Ramitz rompió la presa asfixiante con sus fuertes manos, le empujó a un lado y se puso en pie. Chaan, jadeando, cogió a Ramitz por los tobillos, pero no tuvo fuerzas para derribarle.

—¿Qué trata usted de hacer? —preguntó Ramitz indignado.

—¡No quiero que me vuelvan a hipnotizar! —jadeó Chaan—. Me mataré antes de una u otra forma.

—¡Ah!, ¿es eso? —dijo Ramitz—. Puede usted dejar de luchar. No sé cómo se las habrá arreglado para romper la hipnosis, pero no tengo intención alguna de volverle a hipnotizar de nuevo.

Chaan se puso en pie haciendo un esfuerzo y se hundió, agotado, en la cama.

—No comprendo —consiguió decir—. No les he revelado nada.

—Desde luego no nos ha dicho todo lo que querríamos —concedió Ramitz—.



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